El concepto de integración patagónica está instalado en nuestro subconsciente colectivo: por razones geográficas, por razones económicas, por razones culturales, por razones sociales y familiares.
Las diferencias entre las ciudades de la Patagonia argentina y la Patagonia chilena son menores en materias de costumbres, de hábitos de vida, de tradiciones culturales. Pero cuando se analizan las dos vertientes patagónicas australes se advierten de inmediato dos visiones geopolíticas distintas y hasta contradictorias entre el Estado chileno y el Estado argentino.
A diferencia del resto de la frontera común chileno-argentina, en la región patagónica no existe una cordillera que separa los espacios territoriales, dominada por extensas pampas que se extienden en toda la región continental y la isla de Tierra del Fuego.
A diferencia del resto de los respectivos territorios jurisdiccionales chileno y argentino, en la Patagonia la geografía no separa ambas culturas ni ambas comunidades, sino que se presta para comunicarse y aproximarse.
CUANDO EL PROGRESO AVANZA EN DIRECCIONES DISTINTAS
Mientras Chile “avanza” de materia de privatización y desnacionalización de sus recursos naturales y energéticos, Argentina “retrocede” en su dependencia de las fuentes energéticas externas, avanza en su exploración petrolera y gasífera y atrae inversión extranjera.
Mientras Chile se demora 20 años en construir una sola carretera austral y abrirse camino hacia Yendegaia y el canal Beagle, la red de caminos y carreteras en Santa Cruz, Chubut y Rio Negro es una de las más densas del territorio argentino y Usuhaia se transformo en una de las ciudades capitales del turismo austral patagónico.
Mientras nosotros en Chile seguimos pensando, estudiando, diagnosticando, prometiendo y elucubrando sobre la conectividad vial en la Patagonia, los argentinos ya están construyendo la infraestructura necesaria para conectar directamente la provincia de Santa Cruz con la Tierra del Fuego argentina, sin necesidad de pasar por Chile.
Adios Primera Angostura…
Comparemos por un solo instante la infraestuctura turística de Calafate con la de Puerto Natales y comprenderemos de inmediato la aplicación concreta dé dos visiones geopolíticas distintas.
Si le hubiésemos hecho caso en Magallanes al general Ramón Cañas Montalva, por allá por los años 50, precisamente en los mismos años en que Juan Domingo Perón definía y ponía en marcha su visión geopolítica de la Patagonia argentina, hoy podríamos decir que estamos al mismo nivel en materia de desarrollo territorial, pero la realidad es otra.
Argentina en los años cincuenta del siglo XX definió a sus territorios patagónicos como espacios estratégicos de proyección, de poblamiento, de desarrollo de infraestructura, de producción nacional energética y de estímulo a la inversión productiva. Chile en esa misma época, bajo el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, intentó hacer lo mismo: desarrolló puertos, aeropuertos, rutas, caminos, puentes…pero en el camino los esfuerzos se fueron debilitando.
En ambos lados de la frontera se instaló y expandió la industria petrolera, pero al cabo de 20 ó 30 años después, Argentina hizo de YPF una potencia energética mundial mientras en Chile, después del petróleo, estamos haciendo de ENAP un débil que no sabemos cómo seguir debilitando.
¿DE QUIÉN SON LOS RECURSOS NATURALES?
En un contexto global de inicios del siglo xxi caracterizado -entre otros factores- por un creciente conflicto y rivalidad hegemónica por acceder a las fuentes de agua natural, por el deterioro de otras fuentes acuíferas en el planeta (desertificación en particular), las enormes reservas de agua natural que se encuentran en los campos de hielo patagónico (resultado del proceso de glaciación procedente de la cordillera de los Andes patagónicos), tanto en el territorio chileno como argentino) pueden constituir – potencialmente en el futuro- un factor de conflicto a la hora de determinar el acceso de las
potencias estatales o corporativas para satisfacer sus propias necesidades del recurso agua.
Desde esta perspectiva, la cuestión del acceso y el control sobre estos recursos naturales energéticos no es esencialmente un problema tecnológico ni de rentabilidad de las inversiones, sino que de aseguramiento de que las propias naciones, los propios Estados, las propias regiones tengan un acceso seguro, sustentable y garantizado a estos recursos, sobre la base del ejercicio activo del principio de soberanía energética.
En un mundo de creciente escasez de recursos y de energía, los Estados que se despojan de ellos, pierden soberanía.
En consecuencia, la “ventaja comparativa y competitiva” de los espacios australes
patagónicos, en su relación dinámica con los procesos globalizadores y mundializadores, reside precisamente en la existencia una dotación única de de recursos energéticos y naturales que, en sí mismos, pueden constituirse en una base de sustentación para un desplegar un modelo desarrollo autodirigido regional, que apunte a la suficiencia energética y a la sustentabilidad ambiental.
La geopolítica prospectiva de la Patagonia austral chileno argentina en los próximos decenios estará fuertemente determinada por el acceso y el control de los recursos energéticos (gas natural, petróleo, carbón) y naturales, agua en especial.
¿INFRAESTRUCTURA PARA QUÉ?
Sólo algunos ejemplos.
Magallanes es la región de Chile que cuenta con la menor cantidad de caminos pavimentados y con la mayor cantidad de territorio no conectado, al tiempo que el 54% de los territorios interiores de esta región no tienen conectividad terrestre.
Una comparación que puede resultar hiriente, pero es real: el camino entre Vicuña y Yendegaia en Tierra del Fuego chilena, de 139 kilómetros de largo y superficie de tierra, se comenzó a construir en 1994 y se terminará en 2017. Al otro lado, en Tierra del Fuego argentina, ya tienen operativo hace más de 5 años un camino asfaltado de 220 kilómetros.
En todos los aspectos de la infraestructura para el desarrollo, Argentina nos lleva la delantera en la Patagonia, o ha seguido una visión y un proyecto global y estratégico de desarrollo territorial que se sucede de gobierno en gobierno, porque obedece a una visión de Estado: aeropuertos, puertos, carreteras, caminos, puentes, vías elevadas, pasarelas peatonales, sendas de penetración, vías urbanas, obras sanitarias, mientras en Chile nos dedicamos alegremente a privatizar todo aquello que podamos privatizar: agua, electricidad, gas natural, sistemas de alcantarillado.
Es cuando reflexionamos en términos geopolíticos, cuando intentamos pensar el territorio con un sentido prospectivo y en relación con sus habitantes, cuando comprendemos lo que nos falta. Porque hay que tener visión geopolítica para gobernar y para tomar decisiones, ya que esas decisiones siempre tendrán repercusiones en 10, 20 ó 30 años más.
¿Y EL POBLAMIENTO DE LA PATAGONIA?
En Magallanes hay lo menos 5 comunas del territorio cuya población está disminuyendo.
En Rio Grande (Tierra del Fuego argentina y Provincias del Atlántico sur) en cambio, la población total se duplicó en 10 años. En Magallanes todo el sistema de leyes de excepción estimulan y favorecen desde hace 30 años la inversión de las empresas, pensando que tanta inversión va a atraer mano de obra; en la Patagonia argentina las leyes desde hace 30 años estimulan la inversión y el poblamiento productivo, pensando que los inmigrantes deben radicarse y vivir con dignidad.
En el lado chileno la inversión pública está pensada para favorecer a los nuevos inversionistas que lleguen, en el lado argentino de la Patagonia, la inversión pública está pensada para favorecer a los nuevos inversionistas que lleguen, pero a condición que aseguren el poblamiento, la permanencia y la radicación productiva de los inmigrantes.
¿Habíamos reflexionado alguna vez porqué hay más chilenos inmigrantes en la Patagonia argentina, que argentinos inmigrantes en la Patagonia chilena?
Fuente Radio Polar | por Ciudadano Polar; contacto: ciudadanopolar@radiopolar.com- Punta Arenas, Magallanes| domingo 9 de diciembre de 2012|Enlace a la fuente